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sábado, 28 de enero de 2012
Vuélve vencedor
El sonido del Alma incita a
doblegarme. A rendirme. Ante los suspiros de esta noche de calor. Los
conciertos nuevos, de la nueva tranquilidad que me invade, hacen
encender un apreciado cigarrillo. Sus formas grises y coquetas lo
contemplan todo. Van y vienen y me
envuelven. Una meditación soberana y prudente me sirve la comida. De
postre el paso de este Tiempo y su completa orquestación. Miro tras la
ventana de limpios cristales. Acaricio su frío cuerpo y vuelvo a
encender un consuelo. Una tragedia o esperanza. El vuelco definitivo de
mi rumbo por estos charcos que me gusta pisar. El suelo ha llamado a una
ceniza. Despiste mío. La recojo con su historia ya muerta. En un campo
de amapolas la he depositado. Amapolas rojas y vigilantes. Está cerquita
su tumba de mis caminos. Oigo, mientras le doy mis condolencias
sinceras, pues me acompaño en breve trayecto, que algo extraño se ha
movido en su tumba. Es el cigarro, que consumido, la sostuvo y llora
desconsolado y desgastado, la juventud que fueron en mis labios. Los
dejo. Sin ansias de otro. No deseo que sufran mi pertinaz avaricia por
contar con ellos como esclavos. Contemplo mis libros. Me subo las gafas.
Oigo el jaleo que me trae el silencio. El paso de los coches por la
vereda de la primavera. Cierro los ojos y Celibidache me guiña un ojo.
Seguidamente me presenta a Schecherazade. Estoy en un gran Teatro
emocionado y digno contemplando, escuchando, con el alma en hito, toda
la belleza que me es posible. Siempre me recuerdo en esas películas que
tanto me gustan. De bailarines prodigios que al final lo consiguen. Y
lloramos a mares y la vemos cientos de veces esperanzados de que nos
traguen las pantallas y nos saquen de esta realidad barata. Como aquella
protagonista de La Rosa Púrpura de el Cairo. Creo que debo cerrar más
tiempo los ojos, quizás lo consiga mañana. Miro la taza de té consumido y
su esquelética bolsa. El lapicero de colores, casi vacío, porque sus
lápices han ido a parar al estuche de un Ángel llamado Fátima. Los
consume con rapidez. Y yo los tenía nuevos. Sonrío porque se fue feliz.
Deseo otro locuaz cigarro. Quiero contemplar su cuerpo y desnudarlo poco
a poco. Amarlo sin prisas. ¡Es tan bello!. Un momento que me
llama...Camino de la habitación, este nuevo amante, me esperaba. La vela
me ha soltado ¡Ten cuidado! Envidiosa, le he contestado. Sigue
alumbrando los rincones de la casa y haciendo sus cosas. Para eso la he
contratado. Chester, mi segundo nuevo amante, me ha besado con
parsimonia. Me ha enseñado su esbelta piel de alabastro. Todos son
sensibles. Quebradizos. Apasionados. Sufridores. Y al final desembocan
en las historias que me hacen feliz y más pobre.¡ El Lago de los Cisnes!
Esa tragedia hermosa y desnuda. Apasionante y soberana. Danzo entre mis
suspiros y sus reinos. Variando los paisajes y sus pasajes. Vuelo
envuelto en soledad, siempre, pero vuelo. La taquilla está a reventar.
Los bellos de punta. Bailando el extravío, como profesionales que son.
Se adormecen las horas en ese reloj de pared. Mañana todo olerá a sexo
de esta noche. Sus dos historias con mi boca quedarán en estos aposentos
de arriendo. Inseguras, Indecisas. Queriendo partir sin rumbos
definidos. De momento estarán aquí custodiadas por mis legiones
musicales y fieles. Con besos y caricias. Recojo la taza y su poso.
Cierro la ventana de la noche y sus cristales limpios. Ordeno, sin
ganas, que me lleven a casa. Salgo de mi Teatro orquestal y entierro las
lágrimas en lo infinito. Me paso los dedos por los labios besados y
contemplo el Amor que fui y quienes me amaron esta noche. La cabalgata
se rinde ante sus extenuantes sabanas. He vuelto solo a pellizcarme. A
mirar el suelo que me sostiene. Para ver mí peso en piel, reflejado en
nada o en todo. Volveré a dormir a ver si mañana voy al mercado a
comprar nuevos amantes ó a morir definitivamente solo, pero con Alma.
Estoy aquí. ¡Vuelve vencedor!
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